Debo confesar que hacía mucho tiempo no leía ni escuchaba los cuentos, poesías, historias, novelas o artículos de María Elena Walsh. Al emprender mi travesía por su obra, para mi grata sorpresa, sus textos y composiciones eran tan familiares que me los sabía, en su mayoría, de memoria. Redescubrí sus paisajes, sus personajes, su lenguaje, sus asombrosas y surreales imágenes. Pero ahí no para mi encuentro. Sorprendida al tener tantos recuerdos tan frescos, casi mecánicos, guardados, llamé a mi mamá:
-Que extraño, le dije, no sabía que me sabía a la perfección la mayoría de canciones y poesías de María Elena.
-Pues claro Mari, contestó ella, segura de lo que decía, creciste con sus discos, los escuchabas una y otra vez.
– Qué raro, volví a decir, no recuerdo haberla disfrutado de chiquita, sólo la recuerdo de grande.
– Para que veas, cerró mi mamá, eso siempre queda en la memoria.
Y así, aunque mucho se ha escrito y se ha dicho sobre ella, quise volver a María Elena Walsh mi maestra en muchos sentidos, para comprender cómo ha hecho parte de mi proceso creativo, qué elementos he retomado de su obra y cómo se mezcla el lenguaje cantado, hablado y escrito como uno solo a través de distintos medios expresivos, siendo la palabra la protagonista.
Por eso hoy quiero hacer un recuento de la mano de ustedes, observando y escuchando algunos contenidos y recursos explorados y aportados por María Elena Walsh, elementos que sin lugar a dudas han dejado huella en mi trabajo personal. Si bien ella ha hecho parte de mi crecimiento como lectora, escritora, productora de música, como artista, adentrarme a su mundo es revivir mi propia historia y la historia de otros miles de niños, padres, bibliotecarios, promotores de lectura, creadores, poetas, cantantes y escritores contemporáneos, quienes también dejan entrever la influencia que esta gran artista ha dejado en cada uno de nosotros, ahora y por siempre.
Primer capítulo: su vida, espejo de su obra
María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Creció en una gran casa, rodeada de jardines floridos, grandes árboles, mascotas, en donde leía sin parar. Mientras su padre, Enrique Walsh, le transmitía toda la tradición inglesa, su madre, Lucía Monsalvo, dejaba en sus manos la cultura española. Como bien lo supo decir María Elena: ‘mis únicos privilegios de cuna’.
Al estar el cine sonoro apenas apareciendo, durante su infancia y juventud, artistas como Bing Crosby, Nelson Eddy y Shirley Temple, actores, bailarines y cantantes de los musicales norteamericanos, fueron sus primeros ídolos: ‘Y se me iban los ojos tras de la farándula’, un gusto que luego se vería reflejado en las puestas en escena que realizaba una y otra vez.
Sumando sus gustos y herencias culturales, en 1944 ingresó a la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, en Buenos Aires. Para sorpresa de todos, fue precisamente durante esta época en donde María Elena hizo sus primeras apariciones como escritora, publicando poemas en distinguidos medios como la revista El Hogar, el diario La Nación y Los Anales de Buenos Aires, dirigido por Jorge Luis Borges. Antes de finalizar sus estudios, a sus diecisiete años, escribió su primer libro: Otoño Imperdonable, libro de poemas que ganó el segundo premio Municipal de Poesía.
En 1948 el escritor español Juan Ramón Jiménez, la invitó a pasar una temporada en su casa en Maryland (Estados Unidos), donde residía con su esposa Zenobia. Fue una época esencial para su formación: asistía a la universidad (sin muchas ganas), además de frecuentar a poetas de la talla de Ezra Pound o Pedro Salinas (esto sí con pasión, claro), mientras visitaba bibliotecas, museos y asistía a teatros de varieté en la ciudad de Nueva York.
De vuelta a su país natal, María Elena Walsh, dictó clases de inglés y, en 1951, publicó otro libro de poesía: Baladas con ángel. Sin embargo, abrumada por la situación política de su país y con un anhelo de nuevos mundos, María Elena, viajó a Europa, donde se radicó durante cuatro años en París. A esta aventura la acompañó una amiga tucumana, Leda Vallares, a quien solo conocía por carta, pero con quien hizo un gran dúo, llevando todas las tradiciones folcloristas de Argentina a la vieja Europa. Las dos recibieron grandes premios y aplausos, cosa nunca antes visto en esas tierras.
Durante esta época María Elena dio un giro literario – giro al que hoy le seguimos dando las gracias -: comenzó a escribir versos para niños y desde 1959 también realizó guiones para televisión y obras de teatro. Es, tal vez, el auge de la canción poética francesa al estilo Georges Brassens, Jacques Brel o Charles Aznavour, a quienes admiraba, además de compartir el escenario con ellos, lo que la llevó a musicalizar sus primeras poesías para niños. A su vez, es indudable, que autores como Lewis Carroll o Robert Desnos, también estaban presentes en este nuevo imaginario.
Con nostalgia de sus raíces, en 1956, María Elena retornó a su tierra, donde se dedicó a deambular por el país al lado de Leda. En 1958 comenzó a participar en programas de televisión con guiones escritos por ella:
Sus personajes comenzaron a cobrar vida propia y pronto quedaron plasmados en su primer libro para niños, Tutú marambá en 1960. A partir de entonces, sus obras para niños se multiplicaron: Canciones para mirar, Doña Disparate y Bambuco, Canciones para mí, El país de nomeacuerdo, El país de la navidad, Zoo loco, Colección de Lymericks, Dailan Kifki y Cuentos de Gulubú o los Cuentopos para el recreo, obras en distintos formatos: discos, varietés, obras de teatro y libros. Fue entonces cuando también fue reconocida por ser una gran solista y como una encantadora narradora oral.
En 1968 presentó su primer espectáculo para adultos, Juguemos en el mundo, con el que fue denominada como la gran juglar argentina, mereciéndose el Gran Premio de Honor, reconocido por la Sociedad de Autores y Compositores.
En esta faceta, María Elena dejó escritos y composiciones con aires contestatarios, en protesta por la injusticia social. En 1978, en plena dictadura militar, decidió dejar los escenarios para dedicarse entonces al periodismo, teniendo gran reconocimiento por artículos como Desventuras-en-el-país-País-Jardín-de-Infante. En 1982, después de sobreponerse a un cáncer, y con su canción Como la cigarra como emblema nacional, decidió colaborar con el nuevo espíritu republicano, vinculándose a proyectos políticos.
María Elena Walsh ha tenido, de principio y sin fin, una vida llena de reconocimientos, premios y galardones, en cualquiera de sus facetas: nombramiento de Ciudadana Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Córdoba, el Gran premio del Fondo Nacional de las Artes y el de ARGENTORES, el premio Konex de Platino y el Highly Commended del Premio Hans Christian Andersen de la IBBY, entre otros.
Una vida que refleja su obra y una obra que refleja el alma de una artista en búsqueda de nuevos lenguajes.
Segundo capítulo: novedades
A manera de calidoscopio de colores y sonidos, la obra de María Elena Walsh muestra constantes transformaciones expresadas a través de diversos lenguajes expresivos y creativos. Propone una revolucionaria mirada acerca de los niños, la relación entre el niño y el adulto, y el niño y su capacidad de crear imágenes a partir de la palabra. Rompe las reglas del lenguaje, da mayor importancia al sonido que produce la composición lingüística que al mensaje mismo, además de jugar y manipular las estructuras narrativas a su antojo:
(Un Nogüipín, un Greti, un Lodricoco.
Un toquimos, un Mapu, una Rratoco.
Una Faraji, un Toga,
Un Rrope, una Tavioga,
Un Llobaca, un Norrizo y un Tecoyo).
Este verso tomado del libro Zooloco en el que aparece una nota introductoria, creando un lenguaje intimista y de complicidad con el niño lector: Hay gente que opina que es feísimo hablar al Vesre, por eso la puse al final y escondida entre dos paréntesis, para que nadie la vea.
En este libro en particular, se ve una clara influencia del legado paternal y la tradición inglesa. Revive los limericks de Edward Lear, así como el mundo surreal de Lewis Carroll, dos grandes exponentes del nonsense de la literatura infantil. [2]
Los limericks son poemas de cinco versos, cada uno con una métrica diferente (A-A-B-B-A). Narran historias disparatadas, exageradas, llenas de mentirillas picarescas. Introducen a un personaje, el lugar de donde viene o alguna característica particular de éste, en el primer verso. El último verso es el eco del primero.
Hickere, Dickery Dock,
A mouse ran up the Clock,
The Clock Struck One, The Mouse fell Down,
And the Hickere Dickere Dock.
(Versos tomados de los tradicionales Nursery Rhymes ingleses)
Por su parte, y muy a su estilo suyo, María Elena Walsh crea una nueva propuesta y reemplaza a los personajes por animales, y nos repite el primer verso para finalizar el limerick.
Si cualquier día vemos una Foca
que junta mariposas con la cola,
que fuma y habla sola
y escribe con la cola,
llamen al doctor: la Foca está loca.
Hace tiempo que tengo una gran duda:
hay una Vaca que jamás saluda
le hablo y no contesta.
Pues bien, la duda es ésta:
¿será mal educada o será muda?
Si las Víboras fueran elegantes,
si usaran pantalón, galera, guantes
y moñitos de raso,
igual no habría caso:
quedarían tan feas como antes.|
(Algunos limericks extraídos de su libro Zoo loco)
Vemos como fuentes de inspiración de su infancia, educación y de sus viajes se unen para hacer una fusión, proponiendo ricos y novedosos imaginarios con formas y recursos nunca antes explorados en la literatura, música, teatro o poesía para los niños.
Por otra parte, escucharla cantando un romance español del siglo XVI, no sólo evoca a los juglares de la época, sino que hace sentir el deseo de volver a las viejas estructuras narrativas que eran transmitidas de voz en voz, siendo la palabra la única encargada de capturar oyentes:
Un sueño soñaba anoche,
soñito del alma mía,
soñaba con mis amores,
que en mis brazos los tenía.
Vi entrar señora muy blanca,
muy más que la nieve fría.
– ¿Por dónde has entrado amor?
¿Cómo has entrado a mi vida?
Las puertas están cerradas,
ventanas y celosías.
-No soy el amor amante,
soy la muerte, Dios me envía.
– ¡Ay muerte tan rigurosa,
déjame vivir un día!
– Un día no puede ser,
una hora tienes de vida.
Muy deprisa se cansaba,
más deprisa se vestía;
ya se va para la calle
en donde su amor vivía.
– ¡Ábreme la puerta blanca,
ábreme la puerta niña!
– ¿Cómo te podré yo abrir
si la ocasión no es venida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre no está dormida.
– Si no me abres esta noche
ya no me abrirás querida.
– La muerte me anda buscando,
junto a ti vida sería.
– Vete bajo mi ventana,
donde labraba y cosía.
Te echaré cordón de seda
para que subas arriba,
y si el hilo no alcanzare,
mis trenzas añadiría.
Se rompió el cordón de seda,
la muerte que ahí venía.
– Vamos, el enamorado,
que la hora ya es cumplida.
(Del Romancero español)
María Elena nos deja ver entonces su herencia materna, su cercanía y gusto por la cultura española. Nanas, arrullos, juegos y coplas pertenecientes a la tradición española, son un recurso recurrente en su obra. Narra a partir de personajes tradicionales como la Farolera, además de citar y explotar (en el mejor sentido), el legado cultural de la tradición oral como en la recopilación realizada en Versos tradicionales para cebollitas, retoma y hace sus versiones sobre canciones como La Pájara Pinta, o historias como la de El enanito y las siete blancanieves.
Biografía de la farolera
Farolera tropezó
Y en la calle se cayó
Y al pasar por un cuartel
Se enamoró de un coronel.
¡Alcen la barrera
para que pase la farolera!
Dos y dos son cuatro,
cuatro y dos son seis,
seis y dos son ocho
y ocho dieciséis,
ocho veinticuatro
ocho treinta y dos.
Ánima bendita,
Me arrodillo en vos.
(Canción tradicional)
Aniceta – a quien llamaremos Ani para abreviar- nació en el pueblo de Chaupinela, allá por el tiempo del pericoco.
En cuanto aprendió a hablar, no paró más.
A la correspondiente edad era una fábrica de ¿por qués?
Después fue aprendiendo a callar, aunque no mucho, y con el tiempo aprendió también a realizar las monótonas tareas que le enseñaron familiares y vecinos.
Texto en el que, de manera humorística, habla de la infancia y sus etapas. Un estilo que también recuerda a otros escritores contemporáneos como Gianni Rodari, Luis María Pescetti, Emma Wolf.
Yo soy la Pájara Pinta,
viuda del Pájaro Pintón.
Mi marido era muy alegre
y un cazador me lo mató
con una escopetita verde
el día de San Borombón.
Una bala le mató el canto
-y era tan linda su canción-,
la segunda le mató el vuelo,
y la tercera el corazón
Ay ay la escopetita verde,
ay ay mi marido Pintón.
Si al oírme se ponen tristes
a todos les pido perdón.
Ya no puedo cantar alegre
ni sentadita en el limón
como antes cuando con el pico
cortaba la rama y la flor.
Yo soy la Pájara Pinta,
si alguien pregunta dónde estoy
le dirán que me vieron sola
y sentadita en un rincón
llorando de melancolía
por culpa de aquel cazador.
Al que mata a los pajarillos
le brotará en el corazón
una bala de hielo negro
y un remolino de dolor.
Ay ay la escopetita verde,
ay ay mi marido Pintón.
Esta composición es transgresora pues habla de la muerte y la violencia hacia el otro de una manera tan abierta, en especial en una época de tanta prohibición. He escuchado decir que a niños como adultos, hace llorar esta poesía. Por mi parte, en estos días escuché a mi hijo decir aterrado: ‘Ay mami, dijo escopetica’. María Elena Walsh no tiene pelos en la lengua, ni principios moralistas que la limiten. Habla de la muerte, de ladrones, de la guerra, de Dios y de otros temas que a ojos de otros pueden ser vistos como tabú.
Tercer capítulo: Las estructuras en la poesía de María Elena Walsh
Tal como en El enamorado y la muerte, María Elena utiliza en sus poemas estructuras narrativas claras e historias lineales en donde aparecen personajes, situaciones y paisajes fantásticos. Con un lenguaje sencillo y sonoro, en donde la música de las palabras prima sobre el sentido o el significante, sus historias están cargadas de humor y goce, con finales disparatados y ante todo, inesperados. Al estilo de los limericks y del humor inglés, las exageraciones, la ironía y la burla del otro, son los elementos para crear esta burlona atmósfera.
La vaca estudiosa
Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo: -Estas equivocada.
Y la vaca le respondió:
–¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
nos convertimos en borricos.
Y en ese lugar de Humahuaca
la única sabia fue la vaca.
Cuarto capítulo: álbumes de imágenes, álbumes de sonido
En sus poesías musicalizadas encontramos un claro hilo entre introducción, nudo y desenlace, como en cualquier historia. Sin embargo, es la sonoridad de las palabras y el acompañamiento instrumental, el que lleva de la mano al lector o escucha. Se viaja a través del poema partiendo de un paisaje particular, o al introducir uno o varios personajes.
Algunas veces estas poesías cantadas están estructuradas a manera de romances, sin coro, y otras veces, al pasar sus poesías a música, María Elena introduce coros a sus textos para darles forma y ritmo.
Lo que sí es cierto, es que las imágenes van enriqueciéndose palabra por palabra, y es así, como sus poesías musicalizadas alcanzan una mayor extensión que las canciones que en general se cantan a los niños.
María Elena propone personajes tan fantásticos como verosímiles. Los construye a partir de sencillas y juguetonas palabras, encontrando una fonética específica, explotando el recurso de las jitanjáforas a su máxima expresión, pintando imágenes contundentes y coloridas, creando sólo con el lenguaje y la sonoridad, una especie de álbum de imágenes al estilo de Anthony Browne o de Maurice Sendak, donde la música hace de veces de las ilustraciones.
Canción del estornudo
En la guerra le caía
mucha nieve en la nariz,
y Mambrú se entristecía.
Atchís.
Como estaba tan resfriado
disparaba su arcabuz
y salían estornudos.
Atchús.
Los soldados se sentaron
a la sombra de un fusil
a jugar a las barajas.
Atchís.
Mientras hasta la farmacia
galopando iba Mambrú,
y el caballo estornudaba.
Atchús.
Le pusieron cataplasma
de lechuga y aserrín,
y el termómetro en la oreja.
Atchís.
Se volcó en el uniforme
el jarabe de orozuz,
cuando el boticario dijo:
Atchús.
Le escribió muy afligido
una carta al rey Pepín,
con las últimas noticias.
Atchís.
Cuando el Rey abrió la carta
la miró bien al trasluz,
y se contagió en seguida.
Atchús.
«¡Que suspendan esta guerra!»
ordenaba el rey Pepín.
Y la Reina interrumpía:
Atchís.
Se pusieron muy contentos
los soldados de Mambrú,
y también los enemigos.
Atchús.
A encontrarse con su esposa
don Mambrú volvió a París.
le dio un beso y ella dijo:
Atchís.
Es mejor la paz resfriada
que la guerra con salud.
Los dos bailan la gavota.
Atchús.
Quinto capítulo: la música está en todas partes
Si a estas estructuras, personajes y situaciones particulares, le agregamos un acompañamiento musical específico, tal como lo hace María Elena en sus discos, la combinación se hace magnífica: una flauta en el lugar indicado da vida a la gaviota, mientras la aparición de la trompeta hace entender la personalidad circense del perro. La flauta extensible hace la vez de pichón, y el fagot acompaña en los momentos claves en donde los personajes se encuentran:
El show del perro salchicha
Perro Salchicha, gordo bachicha,
toma solcito a la orilla del mar.
Tiene sombrero de marinero
y en vez de traje se puso collar.
Una gaviota medio marmota,
bizca y con cara de preocupación,
viene planeando, mira buscando
el desayuno para su pichón.
Pronto aterriza porque divisa
un bicho gordo como un salchichón.
Dice “qué rico” y abriendo el pico
pesca al perrito como un camarón.
Perro salchicha con calma chicha
en helicóptero cree volar.
La pajarraca, cómo lo hamaca
entre las nubes y arriba del mar.
Así lo lleva hasta la cueva
donde el pichón se cansó de esperar.
Pone en el plato liebre por gato,
cosa que a todos nos puede pasar.
El pichón pía con energía, dice:
–Mamá, te ha fallado el radar;
el desayuno es muy perruno,
cuando lo pico se pone a ladrar.
Doña Gaviota va y se alborota,
Perro Salchicha un mordisco le da.
En la pelea, qué cosa fea,
vuelan las plumas de aquí para allá.
Doña Gaviota: ojo en compota.
Perro Salchicha con más de un chichón.
Así termina la tremolina,
espero que servirá de lección:
El que se vaya para la playa
que desconfíe de un viaje en avión,
y sobre todo haga de modo
que no lo tomen por un camarón.
Esto es en su poesía, ¿y en sus cuentos narrados a viva voz? También se encuentran personajes similares, muy al estilo de Lewis Carrol, paisajes fantásticos y un acompañamiento musical, que evoca las queridas varietés de María Elena Walsh:
El país de la geometría
Había una vez un amplio país blanco de papel. El Rey de este país era el Compás. ¿Por qué no? El Compás. Aquí viene caminando con sus dos patitas flacas: una pincha y la otra no.
Jo jo jo jo jo, una pincha y la otra no.
El Rey Compás vivía en un gran palacio de cartulina en forma de icosaedro, con dieciocho ventanitas. Cualquiera de nosotros estaría contento en un palacio así, pero el Rey Compás no. Estaba siempre triste y preocupado. Porque para ser feliz y rey completo le faltaba encontrar a la famosa Flor Redonda.
Jo jo jo jo jo, sin la Flor Redonda no.
El Rey Compás tenía un poderoso ejército de Rombos, una guardia de vistosos Triángulos, un escuadrón policial de forzudos Trapecios, un sindicato de elegantes Líneas Rectas, pero… le faltaba lo principal: ser dueño de la famosa Flor Redonda. El Rey había plantado dos Verticales Paralelas en el patio, que le servían de atalaya. Las Paralelas crecían, crecían, crecían… Muchas veces el Rey trepaba a ellas para otear el horizonte y ver si alguien le traía la Flor, pero no. Había mandado cientos de expediciones en su búsqueda y nadie había podido encontrarla. Un día el Capitán de los Rombos le preguntó: –¿Y para que sirve esa flor, señor Rey? –¡Tonto, retonto! –tronó el Rey–. ¡Solamente los tontos retontos preguntan para qué sirve una flor! El Capitán Rombo, con miedo de que el Rey lo pinchara, salió despacito y de perfil por el marco de la puerta. Otro día el Comandante de los Triángulos le preguntó: –Hemos recorrido todos los ángulos de la comarca sin encontrarla, señor Rey. Casi creemos que no existe. ¿Puedo preguntarle para qué sirve esa flor? –¡Tonto, retonto! –tronó el Rey–. ¡Solamente los tontos retontos preguntan para qué sirve una flor! El Comandante de los Triángulos, temeroso de que el Rey lo pinchara, salió despacito y de perfil por una de las dieciocho ventanas del palacio. Otra tarde la Secretaria del sindicato de Líneas Rectas se presentó ante el Rey y tuvo la imprudencia de decirle: –¿No le gustaría conseguir otra cosa más útil, señor Rey? Porque al fin y al cabo, ¿para qué sirve una flor? –¡Tonta, retonta! –tronó el Rey–. ¡Solamente las tontas retontas preguntan para qué sirve una flor! La pobre señorita Línea, temerosa de que el Rey la pinchara, se escurrió por un agujerito del piso. Poco después llegaron los Trapecios, maltrechos y melancólicos después de una larga expedición. –¿Y? ¿Encontraron a la Flor Redonda? –les preguntó el Rey, impaciente. –Ni rastros, Majestad. –¿Y qué diablos encontraron? –Cubitos de hielo, tres dados, una regla y una cajita –¡Harrrto! ¡Estoy harrrto de ángulos y rectas y puntos! ¡Sois todos unos cuadrados! (Este insulto ofendió mucho a los Trapecios). ¡Estoy harrrto y amarrrgado! ¡Quiero encontrar a la famosa Flor Redonda! Y todos tuvieron que corear la canción que ya era el himno de la comarca:
Sin la flor redonda no. Jo jo jo jo jo.
Los súbditos del Rey, para distraerlo, decidieron organizar un partido de fútbol. Las tribunas estaban llenas de Puntos alborotados. Los Rombos desafiaban a los Triángulos. En fin, ganaron los Triángulos por 1 a 0 (mérito singular si se tiene en cuenta que la pelota era un cubo). El Capitán de los Rombos fue a llorar su derrota en un rincón. El Comandante de los Triángulos, cansado y victorioso, se acercó al Rey: –¿Y? ¿Le gustó el partido, Majestad? –¡Bah, bah!… –dijo el Rey, distraído, siempre con su idea fija–. No perdamos tiempo con partidos; mañana salimos todos de expedición. –¿Mañana? Pero estamos muy cansados, señor Rey. El partido duró siete horas; usted no sabe cómo cansa jugar con una pelota en forma de cubo. –Tonto, retonto, mañana partimos. A la mañana tempranito el Rey pasó revista a sus tropas. Había decidido salir él mismo a la cabeza de la expedición. Rombos, Cuadrados, Triángulos, Trapecios y Líneas Rectas formaban fila, muertos de sueño y escoltados por unos cuantos Puntos enrolados como voluntarios. Allá se van todos, en busca de la famosa, misteriosa y caprichosa Flor Redonda. La expedición del Rey Compás atravesó páginas y cuadernos desolados, ríos de tinta china, espesas selvas de viruta de lápiz, cordilleras de gomas de borrar, buscando, siempre buscando a la dichosa flor. Registraron todos los ángulos, todos los rincones, todos los vericuetos, bajo el viento, la lluvia, el granizo y la resolana. –Me doy por vencido –dijo por fin el Rey. Quizás ustedes tenían razón y la dichosa Flor Redonda no exista. Quizá no eran tan retontos como yo pensaba. Volvamos a casita. Cuando volvieron, el Rey se encerró en su cuarto, espantosamente triste y amargado. Al rato entró la señora Línea a llevarle la sopita de tiza y se preocupó mucho al verlo tan triste. –Señor Rey –le dijo para consolarlo–, ¿no sabe usted que siempre es mejor cantar y bailar que amargarse? Cuando la señorita Línea se hubo deslizado por debajo de la puerta, el Rey, que no era sordo a los consejos, dijo: –Y bueno, probemos: la la la la… Y cantó y bailó un poquito. Bailando, bailando, bailando, descubrió sorprendido que había dibujado una hermosa Flor Redonda sobre el piso de su cuarto. Y siguió bailando hasta dibujar flores y más flores redondas que pronto se convirtieron en un jardín.
Jo jo jo jo jo, y la Flor la dibujó.
(Tomado de los Cuentos de Gulubú)
Éste es un cuento completo, con todos sus elementos, más un estribillo a manera de coro, en donde la historia respira y el oyente es capturado una y otra vez, de manera sorpresiva.
Último capítulo: la historia sin fin
Al revisar las obras de teatros y guiones para televisión de María Elena Walsh, vemos como la música y la palabra funcionan de manera simbiótica: una historia lineal (en la mayoría de los casos), es intervenida por estribillos musicales o por canciones completas a los que se suman en el camino personajes con sus propias historias; protagonistas que, a su vez, seguramente también tendrán una canción propia.
Aquí encontramos otro punto interesante en su obra: los infinitos niveles de lectura que propone María Elena Walsh combinando la narración oral, con las distintas voces de los personajes, la ambientación de los lugares por medio de la musicalización o instrumentación y el tener que desmenuzar cada metáfora y juego vocal de sus textos. Como ella misma lo dice, su oficio es ser lectora, pero no sólo de libros, sino de los árboles, de las historias, de las personas, de los lugares… Eso mismo nos propone ella con su obra.
En pocas palabras María Elena puede crear castillos en el aire, bebés con bigotes, osos de miga y de papel, haciendo que la realidad parezca ficción y que la ficción sea nuestro propio reino del revés.
Sus historias cantadas, narradas, actuadas y escritas no proponen un fin. Por el contrario, son una excusa para iniciar un proceso creativo a partir de unas disparatadas palabras. Nos da la oportunidad, a niños y a adultos, de metaforizar el lenguaje, de construir historias a partir de sonidos, de entender la relación viva y fluctuante entre la literatura y la música.
Su obra es extensa y estudiarla a fondo tomaría muchos volúmenes y tomos. Así, por hoy dejo mis reflexiones personales sobre la obra de María Elena Walsh, siempre pensando en cómo llegué a la música y a la literatura para los más pequeños, en cómo descubrí el encanto del canto de las palabras y en cómo la música vive y se adentra en las estructuras propias de la literatura, compartiendo el mismo hogar.
Sigamos disfrutando de la obra de esta gran artista, despidiéndonos y recordando esta divertida historia… historia de donde nace mi más querida Tití titina de Con… ¡cierto animal!
La Mona Jacinta
La mona Jacinta
se ha puesto una cinta.
Se peina, se peina,
y quiere ser reina.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Mas la pobre mona
no tiene corona.
Tiene una galera
de hojas de higuera.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Un loro bandido
le vende un vestido,
un manto de pluma
y un collar de espuma.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Al verse en la fuente
dice alegremente:
– ¡Qué mona preciosa,
parece una rosa!
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Levanta un castillo
de un solo ladrillo:
rodeado de flores
y sapos cantores.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
La mona cocina
con leche y harina,
prepara la sopa
y tiende la ropa.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Su marido mono
se sienta en el trono.
Sus hijas monitas
en cuatro sillitas.
¡Ay no te rías
de sus monerías!
Bibliografía
Revista virtual Cuatrogatos – Blog ¡Miau! http://cuatrogatos-miau.blogspot.com/2010/01/httpwwwcuatrogatosorg.html: Homenaje a la escritora María Elena Walsh, Enero de 2010. Artículos:
Un té con Marielena de Sergio Andricaín (Cuba)
Trangresión y poética del absurdo en María Elena Walsh de Antonio Orlando Rodríguez (Cuba)
Revista virtual Imaginaria: http://www.imaginaria.com.ar :
N° 48, Toda la obra infantil de María Elena Walsh reunida en una colección, 4 de abril de 2001
N° 269, Edgard Lear, los limericks, y el Zool Loco de María Elena Walsh, 27 de abril de 2010
Walsh, María Elena. Doña disparate y bambuco, teatro. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008
Walsh, María Elena. Canciones para mirar, teatro. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2008
Walsh, María Elena. Zoo loco. Buenos Aires, Editorial Alfaguara, 2000
Walsh María Elena. Desventuras en el País-Jardín-de-Infantes. (Antología de ensayos) Buenos Aires: Sudamericana, 1993.
Algunas de sus obras, fuentes de inspiración de éste artículo, son:
Poesía y novelas
Otoño imperdonable. (Poemas) Buenos Aires: Edición de la Autora, 1947.
Baladas con ángel. [Poemas] Buenos Aires: Losada, 1951
Hecho a mano. (Poemas) Buenos Aires: Fariña Editores, 1965.
Juguemos en el mundo. (Poemas) Buenos Aires: Sudamericana, 1969.
Los poemas. Buenos Aires: Sudamericana, 1984.
Novios de antaño: 1930-1940. (Novela) Buenos Aires: Sudamericana, 1990.
Libros para niños
La Familia Polillal. Buenos Aires: Editorial Abril, 1960.
La Mona Jacinta. Buenos Aires: Editorial Abril, 1960.
Tutú Marambá. Buenos Aires: Edición de la Autora, 1960.
Circo de Bichos. Buenos Aires: Editorial Abril, 1961.
Tres morrongos. Buenos Aires: Editorial Abril, 1961.
El reino del revés. Buenos Aires: Fariña Editores, 1965.
Zoo loco. Buenos Aires: Fariña Editores, 1965.
Cuentopos de Gulubú. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966.
Dailán Kifki. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966.
Versos para cebollitas. Buenos Aires: Fariña Editores, 1966.
Aire libre. Libro de lectura para segundo grado. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1967.
Versos folklóricos para cebollitas. Buenos Aires: Fariña Editores, 1967.
Versos tradicionales para cebollitas. Buenos Aires: Sudamericana, 1967.
El diablo inglés. Buenos Aires: Editorial Estrada, 1970.
Chaucha y palito. Buenos Aires: Sudamericana, 1977.
Bisa vuela. Buenos Aires: Hyspamérica, 1985.
Pocopán. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
Manuelita ¿Dónde vas? Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1997.
Libros de Espasa-Calpe en Edición Especial para Niños
Don Fresquete. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
El enanito y las siete Blancanieves. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
La foca loca. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
El gatopato y la princesa Monilda. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
Historia de una princesa, su papá y . . . Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
Martín Pescador y el delfín domador. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
El paquete de Osofete. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
La plapla. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
Un gato de la luna. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
Una jirafa filarmónica. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1996.
El brujito de Gulubú. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998.
Manuelita la tortuga. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998.
El Mono Liso. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998.
Osías el osito. Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1998.
En Colombia se pueden conseguir los más destacados títulos en la colección AlfaWalsh de la Editorial Alfaguara.
Discos y grabaciones
Canciones para mí. CBS, 1963.
Canciones para mirar. CBS, 1963.
El País de Nomeacuerdo. CBS, 1967.
Cuentopos. CBS, 1968.
Juguemos en el mundo. CBS, 1968.
Cuentopos para el recreo. CBS, 1969.
Juguemos en el mundo II. CBS, 1969.
Cuatro villancicos norteños. CBS, 1971.
El sol no tiene bolsillos. CBS, 1971.
Como la cigarra. Microfón, 1972.
El buen modo. Microfón, 1976.
De puño y letra. Microfón, 1976.
Los más grandes éxitos de maría Elena Walsh. Columbia, 1964
María Elena Walsh, 20 grandes éxitos. Vol.2, 1993. Columbia,
[1] Fragmento de la película Juguemos en el mundo, de María Herminia Avellaneda, año 1971.
[2] www.imaginaria.com.ar Edwar Lear, los limericks y el Zoo Loco de María Elena Walsh
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